SALUDO DEL ALBA

¡Cuida bien este día! Este día es la vida, la esencia misma de tu vida. En su breve transcurso se encerrarán todas las realidades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la belleza. El ayer no es sino un sueño y el mañana una visión. ¡Cuida bien, pues, este día!


(Tomado de un texto en sánscrito).

viernes, 24 de septiembre de 2010

LA COLUMNA ERGUIDA

JUGANDO A LA GUERRA
Esto de que nos digan que debemos parar de abusar del planeta si no queremos extinguirnos es como llover sobre mojado, porque por más que lo digan los medios de comunicación todos los días, por más que lo enseñen en las escuelas y lo griten las organizaciones ambientalistas, este problema es de poder. Y es de poder porque el común de la gente, tipos y tipas como usted o yo, no podemos hacer nada ante el poder que detentan los líderes políticos del mundo, que como se puede deducir de sus actos, solo piensan en el bienestar de sus industrias o de sus países, así sea aniquilando otras industrias y sometiendo o saqueando a otros países.
Sabemos que parar o disminuir el consumo de petróleo en el mundo bajaría la amenaza que se cierne sobre la vida y aliviaría nuestros problemas ambientales en gran medida. Lo sabemos pero no podemos hacer nada para lograrlo porque en el negocio del petróleo están comprometidas las economías más poderosas del orbe. No podemos hacer nada, al menos usted y yo que pensamos en nuestras familias, en el planeta y en la vida y por consiguiente en la conservación del ambiente. Que pensamos que el futuro de ninguna nación debe estar por encima del futuro de todas las naciones. Que sabemos que nuestro planeta brinda igualdad para todos. Y que pensamos que los líderes políticos del mundo deberían pensar así mismo para el bien de toda la humanidad. Sin embargo, quizá estos líderes estén tan maniatados como nosotros ante este problema, porque el mundo, este caos que es el mundo del hombre del siglo XXI, está metido en una carrera demencial que no tiene retorno.
No es raro escuchar o leer a diario que tal científico, que tal líder ambientalista, que tal estudioso volvió a decir que el calentamiento de la tierra está llevando a la vida al límite. Que de seguir así vamos a terminar todos sin excepción arrollados por huracanes, muertos por tempestades, ahogados en inundaciones y cataclismos sin nombre. Y cada vez que leo una noticia de este tipo me digo: Bueno, ¿y yo qué puedo hacer para parar esta locura? Yo amo la tierra y sus criaturas tanto como las ama usted o él o ella. Yo creo, es más, sé, que esta maravillosa casa que habito y que me ha dado el sol por tantos miles de días sin cansarse, sin pedirme nada a cambio, sin reprocharme nada, es el mejor regalo que me han dado para que pueda vivir. Para que pueda desarrollar mi vida. Y miro a uno y a otro lado, como usted o él o ella y veo tanta hambre, tanta necesidad, tanta injusticia, tanto crimen, tantos intereses creados, que no puedo menos que decir: todos estamos locos de remate. Nos dieron cielo, aire, agua, paisajes, madre, padre, hogar. Nos dieron la luz, la palabra, el amor y todavía nos estamos matando por ser más que los otros. Arrasamos países, culturas enteras para imponer nuestra voluntad y nuestros intereses. Diezmamos la vida a diestra y siniestra, acabamos con la pureza del aire y la limpidez del agua, y todavía nos creemos inteligentes. Nos disparamos unos a otros, fabricamos bombas homicidas para invadir las fronteras y extender nuestras garras o para defendernos de ese que si nos ve desarmados viene a arrasar nuestra casa y a matar a nuestros hijos. Estamos locos de remate. Fabricamos, vendemos, traficamos con armas hechas con el único fin de asesinar. Y lo más triste es que esas armas constituyen las más productiva de las industrias. La industria de la muerte. Y que esa industria ha estado enquistada en la cultura del hombre, porque desde que tenemos memoria de nosotros mismos como especie, la guerra y el exterminio de unos contra otros no ha parado y parece que no parará jamás. Semejantes a esas cucarachas que el veneno no mata sino que inmuniza, nos fortalecemos con cada aniquilación. Y lo más doloroso, lo que me enerva como a usted, a él, a ella o ellos, es saber que no puedo hacer nada. Saber que soy un títere para aquellos que están arriba, decidiendo sobre mi vida y sin preguntarme mi opinión.
 

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