Lobas de fuego sorbían mi cabeza
Huyendo de mí atravesaba un paisaje de violetas
Extendido a mis ojos como una mortaja
Vaciado el corazón huía
El alma en el pecho apretujada
Una luz que luchaba por no extinguirse
Me aguardaba
Mi sangre de metales derretidos
Se diseminaba por el campo inmaculado
Y el verano incendiaba mi sed más férrea
Una luz inalcanzable me aguardaba
Con débiles llamas que se negaban a extinguirse
Porque después de mis oscuras noches
Venían las auroras sin ventanas.
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